En este período de confinamiento producido por el Covid-19 se ha evidenciado una reducción en los impactos ambientales producidos por la actividad humana. Presencia de fauna silvestre en las ciudades, mejoramiento de los indicadores de calidad del aire, recuperación de recursos acuáticos, e incluso una reducción en el agujero de la capa de ozono sobre el Ártico son algunos ejemplos de las buenas noticias que hemos recibido en tiempos del coronavirus.
El ruido ambiental -un contaminante invisible que produce efectos en la salud humana- también se ha visto disminuido en esta época de cuarentena. El cese de actividades, la restricción vehicular y el toque de queda han propiciado ciudades silenciosas, en las que podemos escuchar aves citadinas extrañadas por la ausencia de motores y bocinazos.
Efecto del confinamiento en el ruido ambiental
Con el objetivo de cuantificar este evidente descenso de contaminación acústica, varios docentes del Grupo de Investigación de Entornos Acústicos de la UDLA desarrollaron con apoyo de estudiantes, una campaña de medición de ruido al exterior de sus hogares, utilizando aplicaciones para teléfonos celulares. De esta manera se formó una “red de monitoreo” conformada por 55 estaciones en diferentes puntos de la ciudad, quienes diariamente reportaron los valores registrados.
Al comparar estos resultados con los obtenidos en el mapa de ruido de tráfico desarrollado en 2018, se ha revelado reducciones de ruido entre 6 y 12 dB en función de la ubicación, el entorno, la hora y el tipo de vía cercana al punto de medición. En términos porcentuales equivale a una reducción entre el 75 y el 90%.
Los registros de las mediciones acústicas indican que en vías con escaso flujo vehicular existen niveles de ruido que fluctúan entre 45 y 50 dB. Mientras que, en las vías más utilizadas por quienes poseen salvoconductos para la libre circulación, los niveles de ruido alcanzan los 68 dB. Niveles significativamente bajos comparados con un día con normal actividad y tráfico, en los que se pueden encontrar niveles de ruido entre 58 y 75 dB, respectivamente.
Este extraño silencio experimentado en la cuarentena brinda la oportunidad de valorar y generar consciencia sobre los niveles de ruido a los que vivimos expuestos en la normalidad cotidiana, y ofrece la posibilidad de enfocarnos en los grandes desafíos de la gestión de ruido en nuestras ciudades de una manera comprometida y responsable.